ESPAGNE

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MANIPULACIÓN Y TRANSFORMACIONES DE LA PERSONALIDAD, CONSIDERACIONES DESDE LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA

Josep Maria Jansà

Responsable médico de AIS

  1. Identificación del trastorno

Al abordar el fenómeno de los grupos de manipulación psicológica, es necesario evitar las suposiciones y los clichés que nos conducen a dar las cosas por sabidas o partir de juicios a priori, buscando siempre la confirmación del trastorno y verificando tanto las características y la dinámica del grupo, como la situación particular del afectado, en el contexto de la organización y en su dinámica de relaciones sociales y familiares. Dado que, haber tenido contactos con un grupo de manipulación psicológica o mantenerlos todavía en un momento determinado, no implica necesariamente padecer un trastorno de dependencia grupal.

De esta forma, para encuadrar un niño, un adolescente o un joven en un grupo de manipulación psicológica, se necesita observar hasta que punto se han producido una serie de transformaciones de su personalidad que en principio no puedan atribuirse a otras causas que la propia dependencia del grupo. Diferenciando entre:

    1. Alteraciones específicas en la infancia y adolescencia.
    2. Alteraciones genéricas del trastorno de dependencia grupal.

Alteraciones genéricas del trastorno de dependencia grupal.

De entre estos cambios de personalidad, destacaríamos los identificados clásicamente en el diagnostico del trastorno de dependencia grupal y que podríamos sintetizar en los siguientes elementos:

  1. Progresivo distanciamiento y aislamiento de familiares, amigos y compañeros que no pertenecen al grupo y especialmente de los que son más críticos con la nueva adscripción grupal.
  2. Pérdida de interés por las cuestiones ajenas al grupo desplazando la actividad habitual hacia la dedicación al grupo.
  3. Cambios de carácter radicales no relacionados con etapas evolutivas ni con etapas de transformación de la personalidad.
  4. Ocultación de las actividades y dedicaciones, recurriendo al engaño y la mentira sistemáticos, en una persona que previamente no había manifestado estas conductas y sin que pueda atribuirse a otra causa (consumo de drogas, familia excesivamente rígida, pareja no aceptada por el entorno familiar...).
  5. Cambios en el aspecto externo en cualquier sentido (vestidos, cuidado de la imagen,...)
  6. Incapacidad para el razonamiento y la discusión de cualquier tema vinculado a las actividades y principios del nuevo grupo, más allá del apasionamiento aceptable en un adolescente que ha descubierto alguna novedad.

La coincidencia de estos factores, representaría un efecto multiplicativo que incrementaría exponencialmente las probabilidades de identificación de un trastorno de dependencia grupal. De todas formas, hay que insistir en la necesidad de descartar otras situaciones que en algunos aspectos pueden producir trastornos semejantes.

Incluso así, la confirmación sobre la aparición de estos signos y síntomas aunque contribuye a responder a la pregunta sobre el tipo de organización al que se ha adscrito el joven o adolescente, no elimina algunas de las dificultades para discernir si este se ha incorporado a un grupo de manipulación psicológica o si se encuentra delante de otro proceso de cambio. Esto se debe, en buena medida a que las fronteras entre lo que es manipulador y lo que no lo es, no siempre son tan claras como sería deseable y más todavía, si se tiene en cuenta que la manipulación a diferentes niveles e intensidades, es una constante en las relaciones humanas y en las organizaciones.

  1. Grupo extraño o conducta diferente VS grupo de manipulación psicológica
  2. Es necesario también reflexionar sobre que "lo más raro", "lo más extraño" "aquello que resulta disonante", analizado desde una escala de valores mayoritaria en un determinado contexto, no tiene porque ser necesariamente negativo. Contrariamente algunas organizaciones de apariencia y principios cercanos al los de amplios sectores de nuestros referentes sociales, son más difíciles de detectar y disponen de mecanismos de fácil penetración en determinados grupos de niños jóvenes y adolescentes. Un ejemplo de esta situación se observa en el estado español en determinados clubes deportivos y escuelas del Opus Dei, que ofrece atractivos programes docentes de deporte para niños, adolescentes y jóvenes, que a menudo serán objeto de captación por parte de la organización.

    Así, la aparente tranquilidad de los padres sobre que están ofreciendo una buena formación y una vida sana a sus hijos, añadida a la constatación de que los chicos mayores se ocupen de los más pequeños, la disposición de buenas instalaciones para a practicar diferentes disciplinas deportivas, la utilización de formas atentas y educadas por parte de los responsables del centro, por citar algunos de los elementos características de esta organización, genera una clima de confianza y seguridad. De ahí que nada haga sospechar que cuando hacen los 18 años, algunos de estos niños "por inspiración o iluminación divina" - según el propio lenguaje de la institución - presentarán una repentina vocación religiosa y sin que nadie de fuera del grupo pueda explicar ni el cómo ni el porqué, abandonarán padres, familiares y amigos, incomunicándose y distanciándose progresivamente de todo lo que sea ajeno a las directrices y las pautas marcadas desde la organización.

    El ejemplo citado supone un riesgo mucho más grande de despersonalización y trastorno de dependencia grupal frente al supuesto de que el mismo adolescente se hubiera incorporado por voluntad propia, a un grupo de jóvenes de aspecto extraño, con planteamientos ideológicos y estilos de vida radicales y enfrentados al sistema, la simple apariencia de los cuales normalmente generaría desconfianza e intranquilidad en la mayoría de los padres. En este caso aunque que la distancia entre los estándares familiares y el sistema adoptado por el hijo sea mayor que la de la situación anterior, se puede asegurar que generalmente existe un riesgo escaso de trastorno de dependencia grupal y que los cambios observados en la conducta y la personalidad del hijo se tendrán que atribuir sobretodo a los propios de la adolescencia, o en el su caso a otras circunstancias personales que se tendrían que analizar, valorando al mismo tiempo la virulencia o la intensidad con la que se presenten. Aún así, también se producen situaciones de manipulación psicológica en contextos de estas características, siendo lo más importante en estos casos, observar la rapidez, la intensidad, la asimilación individual y la dirección en la que se producen los cambios y determinando al mismo tiempo qué tipo de relación mantiene el presunto adepto con otros jóvenes no relacionados con el grupo y, en general, con su entorno no grupal.

    En referencia a lo citado, es necesario transmitir que también en el caso de los grupos de manipulación psicológica, resulta válida la premisa de que las apariencias engañan y que ni todo lo que tiene buen aspecto (según nuestra escala de valores) es necesariamente bueno ni que los grupos de peor aspecto desde el punto de vista de los padres han de ser nocivos por definición. En este sentido se han planteado en diversas ocasiones si determinados grupos punkies, de skinheads o de ocupas, por citar algunas de les tendencias o corrientes más conocidas, son organizaciones de manipulación psicológica. A esto se puede responder de forma general que conceptualmente estas organizaciones forman parte de lo que se ha llamado tribus urbanas, con unos orígenes, historia y sistema de funcionamiento específicos y netamente diferenciados de los de las sectas coercitivas. Todo esto, sin olvidar que en determinadas ocasiones se ha podido observar que al amparo de alguna de las citadas tipologías (o de otras no nombradas), existe además una estructura de manipulación psicológica que justifica la inclusión en la categoría de secta coercitiva.

    En este sentido, se ha podido observar como alguno de los grupos con planteamientos más violentos e ideologías más reaccionarias, que al mismo tiempo es vinculaban a sectores conocidos del mundo de los deportes de masas, eran los brazos ejecutores de algunas sectas coercitivas encuadradas en entornos ultra.

    A pesar de todo, no hemos de olvidar que todas las grandes religiones, corrientes de pensamiento, movimientos culturales y filosóficos, sistemas de trabajo, escuelas terapéuticas y en general, cualquier motivo de interés para algún sector de la sociedad, son potencialmente generadores de grupos de manipulación psicológica, siendo erróneo asociar lo menos frecuente o lo más alejado de nuestro día a día a una mayor probabilidad de secta coercitiva.

    Por todo lo expuesto, los parámetros con los que se ha de evaluar la dependencia sectaria se encuadran en el marco de los síntomas y signos de las esferas psicológicas, afectivas y de la conducta, y no tanto en la de los hábitos, las costumbres y la escala de valores que como fruto de una evolución personal o de una etapa transitoria de su propia evolución adopten los jóvenes o adolescentes. A pesar de todo, establecer los límites y las fronteras entre estos elementos, resulta con frecuencia, sumamente complejo y más todavía en el caso de las sectas coercitivas que, sistemáticamente se encargan de crear un todo indivisible entre doctrinas, normas, creencias, derecho a la intimidad, obligaciones colectivas y todo lo que conforma la personalidad y la esencia de los individuos. De esta manera, el objetivo que se persigue es que el adepto no disponga de ninguna salida ni vea ante sí alternativas u opciones que le permitan escapar de la manipulación y la dependencia. Por este motivo, han de ser los padres, familiares y amigos que, relativizando sus preferencias, valores y opciones personales, dispongan de la capacidad de discriminar entre las situaciones en las que se presente un trastorno de dependencia grupal, frente a una situación en la que se esté haciendo uso de la libertad de elección, independientemente de los gustos y niveles de coincidencia con lo que ha escogido el hijo.

  3. Proceso de discriminación, diagnostico diferencial

En este proceso de discernimiento, se han de plantear algunas preguntas, cuyas respuestas, complementariamente a los puntos referidos anteriormente, contribuirán a determinar la probabilidad de que se esté asistiendo a un trastorno de dependencia grupal.

  1. "Cómo está la persona en relación a su etapa previa a la incorporación al grupo en las esferas de la afectividad, emotividad, comunicación, sinceridad, capacidad de diálogo… con las personas que no pertenecen a su organización"
  2. "Las respuestas que ofrece el joven o adolescente a cuestiones de diversas clases (aspectos doctrinales de la organización, normas o sistemas de conducta, objetivos y planteamientos personales), en qué medida parecen propias o por el contrario se intuyen como estereotipadas o procedentes de un manual de actuación"
  3. "Cuál ha sido el grado de ruptura con los hermanos, amigos o persones que mantienen una relación más estrecha con él o ella, a parte del distanciamiento que se haya producido de sus padres"
  4. "En qué medida se observa que el joven o adolescente conserva sus capacidades de atención o concentración o, si por el contrario con frecuencia parece ausente absorto en sus propias disquisiciones mentales"
  5. "Hasta qué punto diría que el afectado toma sus propias decisiones o si éstas parecen predeterminadas por el propio grupo".
  6. "En qué medida parece que la persona no dispone de su propio tiempo, no pudiendo asumir compromisos por decisión propia o incumpliendo sistemáticamente los adquiridos previamente debido a que entran en contradicción con responsabilidades y tareas impuestas desde el grupo".
  7. "Qué capacidad y nivel de respuesta da el joven a propuestas planteadas desde fuera de su propio grupo, como por ejemplo asistir a encuentros de familiares o amigos, realizar actividades lúdicas o recreativas con personas que no sean del grupo, discutir o debatir sobre temas de interés general, etc.".

Así, analizar este conjunto de respuestas, a pesar de que en muchos casos pueda apreciarse una coincidencia entre las conductas observadas en un adepto a una secta coercitiva y las que se manifiestan en un adolescente o un joven que se ha incorporado a determinados "grupos disonantes" aunque no sectarios, ha de buscarse siempre como elemento clave que permita establecer la diferencia entre grupo de manipulación y sistema no manipulativo, contribuyendo a identificar la existencia de sistemas de control y mecanismos de imposición por parte del grupo que justifiquen la pérdida de autonomía y capacidad personal.

A pesar de todo, no se ha de olvidar que en ocasiones esta pérdida de independencia y autonomía personales pueden no ser debidas a una estructura de grupo organizado, pudiendo observarse en el seno de determinadas familias, en algunas relaciones de pareja, en determinados grupos de amigos, de compañeros de clase, de barrio, o de cualquier otro entorno. Igualmente, resulta evidente que los grupos de manipulación psicológica o sectas coercitivas, no existen como elementos aislados en el espacio y en el tiempo, sino que son fruto de la aplicación sistemática organizada y controlada por personas que saben como manejar un elemento que es inherente a la naturaleza humana.

En definitiva, y a pesar de lo que se acaba de exponer, si bien acostumbra a ser relativamente sencillo establecer el diagnóstico diferencial entre dependencia sectaria y otros tipos de trastornos psico-emocionales, la mayor dificultad se plantea a la hora de encontrar una estrategia terapéutica eficaz que permita resolver el problema. De esta manera se necesita requerir a los padres, familiares y amigos implicados en la resolución del problema, la necesidad de basarse en la constancia y la paciencia como pilares básicos que permitan mantener abiertos los canales de relación y de comunicación con el afectado.

De esta manera, en la búsqueda de una solución a estos tipos de problemas, sea cual sea su naturaleza, las conductas a seguir por parte de los padres y de las personas más cercanas, habrán de centrarse en la evitación de los enfrentamientos, en la medida que las discusiones y los conflictos (independientemente de que haya razones sobrades para que se produzcan) acostumbran a incrementar el distanciamiento y a disminuir los niveles de comunicación. Desafortunadamente, no hay fórmulas magistrales que permitan conseguir una rápida resolución del problema, una vez que se ha instaurado el trastorno, siendo una vez más la detección precoz y la prevención el mejor de los tratamientos.

La adolescencia; "factor de vulnerabilidad"

La adolescencia como etapa de cambio, búsqueda y reafirmación puede identificarse en determinados casos como un posible factor de vulnerabilidad. Ello adquiere especial relevancia en la medida que un trastorno de dependencia grupal puede venir enmascarado en esta etapa de la vida, por algunos de los rasgos propios de la adolescencia (distanciamiento respecto a la familia, cambio de hábitos de vida, cambios en su aspecto externo...). Por ello, ante la duda sobre si existe una influencia externa por parte de un grupo de manipulación psicológica, se requiere poner especial atención en si los cambios en la personalidad del adolescente son los propios de la edad o bien si éstos son consecuencia del proceso de manipulación.

En este caso, el grupo, su líder y su doctrina, pueden convertirse en el elemento de reafirmación que busca el adolescente, y en función de la actitud que tomen los padres frente a la nueva situación, sus esfuerzos para evitar la progresión hacia el trastorno, pueden producir el efecto contrario.

A pesar de ello, son sobre todo los adultos jóvenes quienes con mayor frecuencia son captados por estas organizaciones situándose el mayor riesgo de captación entre los 20 y los 25 años, sin menoscabo de que personas más jóvenes o de edades más avanzadas puedan también ser captadas.